Acoso escolar y ciberbullying: el impacto creciente de la inteligencia artificial en las aulas


Niños escribiendo

Cada curso escolar deja nuevas señales de alarma: insultos que se trasladan a los chats, vídeos manipulados, perfiles falsos creados para humillar. Según el último informe de la Fundación ANAR, el 12,3% del alumnado afirma convivir con casos de acoso escolar o ciberbullying, frente al 9,4% del año anterior. La novedad inquietante: el 14,2% de los casos de acoso digital ya implican el uso de inteligencia artificial (IA), lo que amplifica el daño y dificulta la detección.


Acoso presencial estable, ciberbullying al alza

El acoso tradicional parece haberse estabilizado (6,5%), pero el digital sigue en aumento (2,2%), y los casos mixtos —presencial y online— se han duplicado hasta el 3,6%. El perfil más vulnerable: niños y niñas de 11 a 12 años, con especial incidencia en chicas cuando el acoso se produce en ambos entornos.

Las formas más frecuentes siguen siendo las burlas, la exclusión y los golpes, pero lo que cambia es el escenario: WhatsApp, Instagram y TikTok concentran la mayor parte de los ataques. El daño psicológico es más persistente: un 28% de las víctimas sufre acoso durante más de un año.


La irrupción de la inteligencia artificial en el acoso digital

La IA introduce una dimensión nueva y peligrosa. Los agresores la usan para crear vídeos falsos, manipular imágenes o suplantar identidades, incluso dentro del mismo centro escolar. Esto transforma la naturaleza del acoso: el agresor puede dañar sin estar físicamente presente, y el material puede circular de manera incontrolable.

Desde una perspectiva clínica, el impacto emocional se intensifica: las víctimas refieren vergüenza, indefensión y miedo persistente a la exposición pública, elementos que recuerdan al trauma complejo. La intervención terapéutica debe integrar estos factores, incluyendo la psicoeducación sobre identidad digital y autocuidado emocional en entornos online.


El papel del profesorado y la percepción de pasividad

Uno de los datos más preocupantes es la disminución en la percepción de actuación docente: un 35,1% del alumnado cree que el profesorado “no hace nada”. Este dato exige reflexión institucional y clínica. En consulta, muchos niños refieren haber pedido ayuda sin recibir respuesta efectiva, lo que refuerza sentimientos de abandono y desconfianza en el adulto protector.

El trabajo con víctimas requiere reconstruir el sentido de seguridad interpersonal y ofrecer modelos adultos que transmitan contención y coherencia emocional.


Intervención y prevención: claves desde la psicología

Las conclusiones del informe confirman lo que observamos en la práctica clínica: el acoso escolar y digital no es solo un problema conductual, sino un fenómeno relacional y emocional que requiere abordaje sistémico.
Algunas líneas de acción:

  • Fomentar la educación emocional y digital desde edades tempranas.
  • Trabajar la empatía y la cohesión de grupo en el contexto escolar.
  • Implicar activamente a las familias en el control y la reflexión sobre el uso tecnológico.
  • Entrenar a docentes en detección temprana, gestión emocional y protocolos claros.
  • Desde la terapia individual, integrar técnicas de reestructuración cognitiva, exposición gradual y fortalecimiento de la identidad frente a la estigmatización digital.

📚 Para saber más

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